viernes, 18 de enero de 2013

MI SANGRE TAMBIÉN TE PROTEGE

Esa noche dormí despierto. Mirando hacia un mismo punto en el techo y formando imágenes con las sombras producidas por las pocas luces que entraban por la ventana. Y en cada sombra te veía aún sin conocerte. Cuando más pensaba en ti y en tu rostro desconocido mis palpitaciones se aceleraban y una sonrisa se dibujaba sola en mi rostro. Para que amanezca faltaba mucho y el calor de mi angustia mitigaba el frío del invierno. Daba vueltas en la cama, bostezaba, sonreía, miraba por la ventana, me levantaba, daba diez pasos nerviosos y volvía a acostarme. Comencé a contarte quién era yo y mi corazón me decía que estabas escuchando. Y así, luego de una larga noche en la que conversamos sin detenernos, la luna oculta dio paso al día y amaneció.
 
Mi relajo era tal que creí haber dormido toda la noche sin embargo había sido tu picardía la que en realidad me mantuvo despierto. No quería que te vayas de mi mente, pero la mañana fría se vio interrumpida cuando abrieron la puerta de nuestra habitación.
 
- Bien Señora, tenemos que llevarla para la preparación -. Dijo una de ellas. Yo aún en ropa de dormir no atinaba sino a interrumpir la rutina. Mamá reía y acomodaba su andar a la enorme panza que aún te servía de refugio. Ese día verías la luz y yo, aún sin conocerte, ya imaginaba tu carita. Ya te quería cargar, ya quería tenerte conmigo.
 
Quise estar cerca todo el tiempo pero andaba de un lado para otro. Tenía intención de cerrar los ojos con mucha fuerza y de pronto despertar de nuevo y que todo haya pasado y tú ya a mi lado.
 
- Póngase esto -. Y me dieron una indumentaria de enfermero. El momento había llegado, verías la luz y si llorabas te consolaría como pudiera, no importaba el modo. - Pase por aquí por favor. - Y entré a una sala grande. Mamá estaba acostada en una camilla y yo a lado de ella sabía donde estaba pero estaba perdido. Mis piernas no respondían. Todo marchaba como debía pero era un loquerío. Tu llegada ameritaba más decoración. Quería inflar globos, aventar serpentinas, soltar picapica, tocar pitos y girar matracas. - Vamos a empezar -, escuché decir. Un bisturí formaba una puerta de salida por la que conocerías el mundo. Yo miraba pero no sabía qué. Tan solo miraba.
 
Todo marchaba bien, la doctora me invitó a posicionarme en un lugar estratégico para apreciar cada segundo de tu arribo al mundo. Quería que todo pasara más lento, poder nombrar cada situación... pero parecía que las manecillas del reloj daban vueltas con mayor velocidad y así el tiempo. No había tiempo para reconsiderar, todo era una secuencia de actos uno tras otro, precisos que debían suceder paso a paso sin interrupción.
 
La manera como intentaban sacarte del vientre de mamá era impresionante. Con fuerza y destreza e incluso "abuso" maniobraban a su antojo tu delicado cuerpecito aún protegido pero algo pasaba, no salías. Mi cuerpo en lo que tarda medio segundo se quedó paralizado. - ¡¡¡Viene deflexionado!!! -, dijo la doctora encargada del parto y le dijo a su colega que se ocupe de lo suyo. De inmediato una doctora estaba sobre el cuerpo de mamá haciendo presión sobre el vientre para empujarte. Yo tuve ganas de detener todo sin saber qué hacer después. Me contuve. Para mi fueron horas pero recapitulando fueron quizá tres minutos los que demoraste en salir luego de que te desviaras en el vientre de mamá y obstaculizaras tu salida. (Te entiendo, para como a veces es el mundo, sería increíble quedarnos dentro de mamá siempre, ¿no?).
 
Y ahí estabas, Santiago, impresionándome desde el primer segundo en que respiraste mi aire y tus pulmones ensordecieron el recinto donde estábamos. Pese a recordar cada segundo como una película que se repite en mi mente aún permanecía entumecido sin reacción, tan solo asombro.
 
- ¡Toma la foto! - Gritó alguien y yo apreté el botón de la cámara y...
 
 
... capté la imagen más bella y más hermosa que tengo de ti. Sin poses ni sonrisas. Sin fondos de paisajes paradisiacos, sin cataratas ni flores silvestres. Sin playas de mares verdes o cielos despejados con nubes de diseño perfecto. Sólo tú, con lo ojos cerrados con firmeza debido a la furia de tu primer llanto. Con los bracitos y piernitas estirados en señal de defensa y abrazo. Con el pelito peinado, pretensioso desde nacimiento. Con ese color rosadito que tanta pureza manifiesta. Y protegido con la sangre de mamá. La nueva Vida y la Sangre del momento más feliz de mi vida, confluyen en mostrarme las infinitas razones de ser inmenso para cuidarte e insignificante ante tu grandeza. Me impacta recordarte así, lloro como lo hago en este momento y debo interrumpirme para calmarme mientras te contemplo. La sangre nos une, es vital para vivir. No existe otra imagen en el mundo que supere la autenticidad del amor que ver el nacimiento de un hijo tal como sucedió. Mi Sangre también te protege, hijo mío. Y verte así, decorado en el maravilloso don de la vida con la sangre de mamá protegiéndote, no tengo más que agregar, tan solo, gracias por existir.
 
Han pasado ya algunos años desde aquella noche que dormí despierto y hablé contigo aún sin conocerte. Tal como te imaginé eres. Tal como me respondiste esa noche lo haces hoy. De la misma manera en que esa noche me impresionaste hoy lo logras con creces. Y del mismo modo que cambiaste mi vida esa mañana, ahora lo haces a diario.
 
En mis momentos de silencio, cuando nadie me escucha y puedo hablar mirando hacia el cielo, suelo pedir el mismo deseo: Siempre ruego partir de este mundo antes que tú e irme cuando ya no sea necesario estar aquí pero sí tener el tiempo suficiente de verte completar todos tus anhelas. Y si en mi partida te genero nostalgia, no será significado de que fui un buen padre sino de que tú nunca dejaste de ser un estupendo hijo. 
 
Gracias hijito, este es un muy humilde homenaje que mi mal llamado don de escribir te otorga en gratitud por todo lo que haces por mí, sobre todo, hacerme una mejor persona cada día. Te amo, Santiago.
 
Moraleja.- Santiago querido / Santiago añorado / Tú a mí me has dado / Todo lo más puro de mi corazón     
 

viernes, 11 de enero de 2013

EL MUNDO DE LOS IDIOTAS

Hace mucho tiempo descubrí que me satisface caminar. No me cansa, al contrario, me relaja, me distrae y me permite pensar e incluso organizarme. No lo práctico como deporte en realidad pero cada que puedo aprovecho la oportunidad de evitar una combi y caminar doce cuadras y así ahorrarme cincuenta céntimos para invertir en, por ejemplo, unos churros buenazos que venden por ahí.
 
Aprendí a convivir con mis caminatas cuando me veía obligado a hacerlas porque me quedaba sin pasaje. Hace mucho tiempo atrás en época de colegio, recibía mi pasaje para toda la semana los días lunes y el martes ya no tenía nada, por ende, debía caminar y así lo convertí en hábito.
 
Y son en mis esporádicas caminatas que me he dado cuenta que existe el mundo de los idiotas y lo más llamativo aún, que yo soy uno de ellos, y aún más interesante, que no me quejo de serlo y hasta lo comparto con quien sé le va a ser útil.
 
Todas las mañanas llego caminado tranquilo a la estación del bus que me llevará al trabajo. Mis pasos son descansados porque no voy apurado. Me acostumbré  a salir oportunamente de casa porque la impuntualidad y yo no nos conocemos, felizmente. Sin embargo veo a muchos que corren presurosos, apurados, desesperados, sin importar la tranquilidad de los demás. Y un día pasó que por mi andar tranquilo ajeno a la rutina ajena interrumpí involuntariamente la carrera de un enternado caballero que por no poder mantener el ritmo de su velocidad tuvo que detenerse intempestivamente detrás de mí pero sin éxito. Me golpeó, hizo caer lo que yo llevaba en mano y al reanudar su paso me dijo: Idiota, salte del camino. Entendí que los idiotas somos puntuales, nos tomamos el tiempo prudente para evitar los apuros y acomodamos el día a nuestra costumbre. Más adelante este personaje intentó ingresar al bus cuando éste cerraba sus puertas y como no pudo ingresar, más alterado aún le gritó ¡Idiota! al conductor. Aprendí entonces que idiota también es aquel que cumple sus funciones a cabalidad y no quien arriesga su vida por ganar un par de minutos a la mañana.
 
Luego, frente a un cruce peatonal esperé a que el semáforo me diera la oportunidad de pasar. La cuenta regresiva me decía que debía esperar aún 35 segundos para que cambie a verde. Tranquilo esperé y mientras tanto vi a muchos apurados cruzar la pista a la carrera sorteando los autos que tenían preferencia de pasar. En eso, una mujer al volante sobrepara su auto para evitar atropellar al intrépido peatón y es éste quien le dice Idiota a la mujer del carro, continuando su andar ahora con cólera. Ya entiendo, Idiota es quien evita matarte cuando cruzas la pista cuando no debes.
 
Sigo caminando y decido entrar a un supermercado a comprar algo de comer. Dos personas conversan delante del mostrador de las bebidas naturales. Observan una botella que al cogerla derrama su contenido porque está muy llena. El que tiene la botella en la mano se molesta porque se manchó la corbata. Su acompañante le dice entonces que guarde la botella en su maletín y la lleve sin pagar porque nadie le va a reponer la corbata manchada. El otro responde que no puede hacer eso a lo que el valiente interlocutor le increpa que no sea Idiota y la guarde nomás. Felizmente desiste pero me queda la enseñanza de que ser Idiota es tener valores bien asignados en el comportamiento personal y no cometer delitos.
 
Al llegar a caja veo a una señora llevar un periódico que paga con un billete de 20 soles. La señorita de la caja observa el billete y luego de revisarlo le dice a la clienta que es falso. - Qué Idiota que eres, niña - dice la mujer y raudamente arrancha el billete a la cajera, deja el periódico y apurada sale de la tienda. Es curioso, aprendí que ser idiota es cumplir atentamente con tu trabajo y evitar ser estafado con un evidente intento de querer sorprender a un empleado de supermercado con un billete, a todas luces, falso e intencionalmente usado para el engaño. Ser idiota es sinónimo de astuto, por lo visto. Tomen nota por favor.
 
Casi llegando a la oficina me detengo a leer algunos periódicos y en la portada de un diario deportivo se deja leer la lamentable noticia de un motociclista que falleció participando en la competencia del Rally Dakar. Un ávido lector comenta con el dueño del kiosko acerca de eso y escucho decir al vendedor que este piloto murió en su ley haciendo lo que quería y el opinólogo cierra la conversación respondiendo que el tipo ese fue un idiota por matarse de esa manera. No olvido la frase: "Pa' que se mete a montar moto en un país que no es el suyo, idiota pues, ahí 'ta, ya se murió pe... Gringasho debería montar moto así se escapa más rápido jajaja" y así, concluyó riendo. Entendí el mensaje, idiota es el deportista de 25 años que decidió ser sano y viajar hasta nuestro país para participar de su pasión. Lamentablemente murió, es cierto y es una lástima, hemos perdido a un gran idiota. Y claro, ejemplo a seguir es un muchacho atolondrado y asesino que escapa de su reclusión y quien a sus 17 cortos años (8 menos que el idiota de la moto) ya tiene un prontuario criminal que probablemente inspire películas y miniseries que liderarán el rating del canal al que se le antoje la idea (que dicho sea de paso ya se oye por ahí).
 
Y así, en mis itinerantes caminatas, veo a diario que vivimos en el mundo de los idiotas y que idiota es quien no arroja basura en la calle y ciudadano ejemplar quien lanza por la ventana de la combi las cáscaras de mandarina que se le antojó comer o la botella de gaseosa que terminó de tomar. Idiota es el policía que impone una justa papeleta y honorable es el que pide la coima. Idiota es quien sede el asiento y educado quien se hace el dormido. Intrépido y audaz es quien maneja borracho e idiota el infausto que cruza la calle en ese momento llevando el pan a su casa para tomar lonche con sus hijos y muere en el intento.
Un idiota es pues, una persona que yo quiero ser. Sí, quiero ser idiota y lo práctico a menudo y veo también a muchos idiotas que sí respetamos las reglas de urbanidad porque existen ya sea por cultura o por ley.
 
Obviamente no pretendo ser un perfecto idiota, claro. pero me esforzaré por serlo. Y si trato este tema es porque ésta es mi tribuna, en la que muchas veces plasmo la experiencia que divierte pero también la realidad que es parte de nosotros. Mis caminatas me han ayudado a discernir y decidir que ser idiota, valga la ironía, es bueno. Siento hasta orgullo de pertenecer al mundo de los idiotas porque me permito una contribución minúscula de valores para una sociedad que tanto lo necesita. Necesitamos respeto entre nosotros. Tratarnos como si fuéramos todos extranjeros porque ante ellos mostramos lo mejor de nosotros. Ser lo más idiotas que podamos con la única intención de superarnos a nosotros mismos y ser mejores. Creo que cuando eso comience a suceder podremos decir entonces que finalmente vamos por buen camino.
 
Moraleja: Tengo el orgullo de ser Idiota y soy Feliz.