De lejos vi como la casa ardía, llamas de fuego se formaban sobre su techo y un denso humo negro se alzaba hacia el cielo con el afán de dominar el brillo del día. Supe de pronto que era la casa de Benjamín y eso me asustó. Pese a encontrarme lejos, la ubicación del siniestro coincidía mucho con las coordenadas de la casa y sólo atiné a correr hacia ella. Por dentro sabía y confirmaba que la casa de Benjamín se estaba incendiando. Era pavoroso. Yo iba con mi esposa caminando cuando nos percatamos de esto y corrimos apurados en dirección a la casa en llamas. En el trayecto y con el apuro no hablábamos de lo que veíamos pero sabíamos que debíamos llegar. - Ojalá no haya nadie adentro -. Pensé. Y mientras creíamos que ya estábamos más cerca veíamos el humo más lejos y eso nos atormentaba. Era desesperante. A pesar de la confusión continuamos corriendo por varios minutos más. Cuando llegamos a la esquina confirmamos que efectivamente la casa de Benjamín ardía por dentro y por fuera. Nos acercamos poco a poco, lentamente. Queriendo no ver lo que veíamos pero ante lo evidente era imposible. Llegamos a la entrada, la puerta estaba abierta. Sirenas de bomberos se oían a lo lejos. Decidimos entrar.
La casa estaba totalmente vacía. Los muebles que siempre nos mantuvieron cómodos en nuestras visitas no estaban, los adornos que siempre acogieron no existían. Las plantas que siempre alegraban, ahora ausentes, entristecían el ambiente. Las paredes se mostraban ennegrecidas por la furia del fuego y los techos tiznados porque las llamas alcanzaron cada rincón. Pero era raro que no hubiera nadie. Nada ni nadie. La casa estaba como abandonada pese a que sabíamos que Benjamín y su esposa vivían ahí.
Todos los ambientes tenían la misma apariencia lúgubre que un incendio presenta cuando se sofoca. Llamó mucho mi atención que los pisos estuvieran mojados y con residuos de ceniza en fiel demostración que el incendio había sido controlado pero que debía dejar esa soledad alarmante y que un mensaje había en todo esto. Fue triste ver, tan de cerca y con miedo, la casa en llamas...
... y desperté. Fue un sueño muy extraño. Lo recordaba tal como lo relato: La casa de Benjamín en llamas que divisé a los lejos. Corriendo hacia ella, entrar, encontrarla vacía, quemada y con el piso mojado. Recuerdo como fotografía la imagen del fuego sobre el techo y el denso humo negro dirigiéndose en dirección del viento y yo a lo lejos viendo lo que sucedía. Cuando mi esposa se despertó le conté lo que soñé. Era un tema interesante considerando que Benjamín estaba internado en un hospital delicado de salud. - ¿Qué significará este sueño? -, le pregunté e inicié mi rutina de todas las mañanas sin dar mayor importancia a la coincidencia.
A los diez minutos sonó el teléfono, mi esposa contestó. Era mi mamá. - Benjamín ha fallecido -, le dijo y yo me quedé inmóvil.
Nunca recuerdo mis sueños y sobretodo con tanto detenimiento y precisión de detalles. Benjamín es el cuñado de mi mamá. Falleció hace unos días. Su esposa, mi tía, se ha quedado solita en la casa grande, esa misma casa que ardió en mis sueños. Había un mensaje ahí.
Me sentí muy extraño el resto del día. No interpreto los sueños ni tampoco creo en el significado específico que se les da, eso me parece una patraña. Pero con este sueño y el posterior suceso sabía que había un motivo. Todo me parecía confuso.
Benjamín murió en la madrugada y estoy seguro que mientras él moría yo soñaba con su casa. Nadie puede tildarme de mentiroso porque la prueba está en que primero conté mi sueño y luego me enteré de la muerte. Ahora me acuerdo y siento angustia pero felizmente encontré el significado propio y personal con el que debo interpretarlo.
Por la noche de ese día, en el velorio, abracé a mi tía con mucha fuerza, con todas las ganas de proteger su fragilidad. Quien tiene el privilegio de conocerla coincidirá conmigo en que ella es significado de dulzura, nobleza y fe. No conozco a nadie tan desinteresada, bondadosa y sacrificada como ella. A nadie. Es un ejemplo. Es un honor ser su sobrino.
Temía contarle mi sueño porque precisamente no había sido algo que quisiera que se haga realidad. Podía entristecer más su difícil momento y tratar de explicar por qué ese sueño y ese día ni yo mismo podía hacerlo. La dejé un momento y me acerqué al ataúd. Benjamín estaba tranquilo incluso radiante descansando ya de sus días difíciles de la enfermedad que lo aquejó. Simplemente pensé "hasta pronto" y regresé a mi asiento. Le dije a mi tía que Benjamín estaba guapo. Ella sonrió y con un encanto propio de una niña que relata con ternura un momento de su vida, me contó las últimas conversaciones que tuvo con su esposo. Puse mi brazo alrededor de su cuello en señal de protección y comencé a contarle mi sueño. Ella no podía creer la extraña coincidencia. No cuidé detalles, simplemente lo conté. Un escalofrío recorría mi cuerpo pero las palabras salían como obligadas, ordenadas pero como por decisión propia. Se extrañó pero volvió a sonreír. En ese momento entendí el mensaje. - Benjamín, con ese sueño, me ha pedido que te cuide, que te proteja, que corra a ti si necesitas ayuda, y lo voy a hacer. Benjamín me ha pedido que te cuide, y lo voy a hacer -.
En ese momento todo tuvo un orden más claro y una explicación más dirigida al momento. Sí creo en la fuerza y el poder del amor. Sé que las cosas no suceden simplemente porque tienen que suceder sino porque están predestinadas. Mucho hace el libre albedrío pero otra parte es responsabilidad del destino ya escrito. Mi sueño más que eso fue un mensaje. No fue claro porque yo debía darle la interpretación correcta y así lo hice. Y me siento bien por eso. Nuestra mente es más fuerte de lo que nosotros pensamos. Es poderosa capaz, efectivamente, de despedirte incluso cuando estás a punto de morir.
En mi sueño hubo fuego y agua. Dos elementos fundamentales para vivir.
El fuego es señal de vida, no de destrucción. El fuego alumbra cuando hay tinieblas, guía el camino cuando es antorcha y calienta el frío cuando es fogata. El fuego es necesario.
El agua, por su parte, purifica, limpia y es vida. Reconforta al sediento, cura al herido y renueva cuando refresca. El agua también es necesaria.
Ahí estaba el mensaje completo: No pienses que todo aquello que se ve mal necesariamente continuará mal porque lo malo dura el momento que nosotros queremos dando pase a lo bueno sencillamente para disfrutarlo.
La casa en llamas buscó mi atención porque debía ir a buscarte. Estaba vacía porque no va a ser lo mismo sin él. Tenía agua en sus pisos porque se está purificando para dar inicio a una nueva etapa, de renovación. Y ahora toca entender, porque asumo que será muy difícil buscar compañía en la soledad. En esa soledad de pensamiento. Esa soledad que estoy seguro llegarás a comprender con tal sabiduría que encontrarás esa tranquilidad que mereces y necesitas. Y por supuesto la compañía que todos te daremos siempre.
Isa, juntos renovaremos la casa en llamas.
Moraleja: Hasta siempre Benjamín, gracias por tu último mensaje.