Los famosos Juegos Florales del Colegio. Todos hemos pasado por eso y hemos sido seleccionados para participar en cualquiera de las disciplinas a desarrollarse: Baile, Canto, Fonomimia, Poesía, Oratoria, Mimo y Teatro. Recuerdo siempre haber sido seleccionado pero finalmente pocas fueron las veces que representé al salón participando en esta actividad. En una oportunidad me convocaron para mimo pero me sacaron porque hablaba mucho. En otra oportunidad me eligieron para fonomimia y me presenté como Miguel Bosé cantando "Don Diablo" pero por ser un colegio religioso como que moverme al son de "Don Diablo se ha escapado tú no sabes la que ha armado" y "Don Diablo se perfuma y se afeita con espuma es un chico colorado colorín" no agradó mucho y finalmente un amigo salió haciendo de la Negra Tomasa... ¡o sea!
Para danza o baile por lo general siempre participé y me fue bien. Digamos que el tema de las coreografías sobretodo de danzas típicas siempre me agradó y, modestia aparte, el aplauso unánime por el mérito compartido, así lo determinó en cada presentación: Así bailé Toromata, Los Shapis, El Jipijay, Huaynos y hasta Marinera.
Para Poesía o Declamación siempre elegían a los más estudiosos de la clase... con esto queda claro que jamás siquiera pensaron en considerarme. Para Oratoria hubiera sido un fracaso rotundo básicamente por los temas que debían tocarse en esta categoría... inclusive, creo, fue eliminada de la lista de disciplinas. Sin embargo, para muchos, lo más divertido de ser considerado era que perdías horas de clases por los ensayos. Muchos se hacían en el mismo salón para no permitir a otros que vieran lo que se había elegido... pero cuando la fecha del estreno estaba por llegar, los ensayos se hacían en el auditorio del colegio y eso era aún más intenso... cansado y además muy divertido.
En sexto de primaria el concurso de los Juegos Florales fue más ambicioso. No era por sección sino por grado que se competiría y los profesores tomaron la decisión de armar un elenco completo de alumnos para representar la obra teatral "Marcelino Pan y Vino", que cuenta la historia de un niño, Marcelino, que recién nacido es abandonado en la puerta de un convento de frailes franciscanos quienes se encariñan con él y deciden criarlo y cuidarlo. Marcelino tenía prohibido subir al desván del convento y como a todo niño a quien le prohiben algo, hace todo lo contrario y sube al desván y encuentra una imagen de Cristo crucificado con quien logra hacer amistad y por quien siempre "robaba" pan y vino a los frailes para llevarle. Se trata en sí de una obra bastante emotiva.
El hecho es que se necesitaban de varios personajes para que sea una obra espectacular: Marcelino, un doble de Marcelino (para la escena en la que éste se queda dormido hablando con Jesús y sueña consigo mismo), Jesús, 12 frailes y hasta extras. Se hizo una convocatoria completa, me incluyeron, nos presentaron a un profesor de teatro. Nos pintaron la obra con total dramatismo y entusiasmo, se hablaba incluso de cómo se decoraría el escenario y cuál sería el vestuario de cada personaje. Recuerdo que la emoción de todos era compartida por igual.
Para mi sorpresa me eligieron para interpretar a Marcelino (el principal, no el doble) y así a mis demás compañeros el resto de personajes. Nos dieron un guión completo a cada uno y teníamos todo un fin de semana para aprendernos los tres primeros actos (de diez que eran más o menos). Nunca voy a olvidar ese fin de semana: Jugué Policías y Ladrones, Escondidas, Lingo y 7 Pecados y el guión ni lo saqué de la mochila. El lunes en el colegio al empezar a ensayar, todos sabían casi a la perfección sus parlamentos y yo no. En vista que Marcelino tenían las líneas más extensas de toda la obra y para mi suerte quien hacía de Jesús no había ido por paperas al ensayo, a manera de castigo me quitaron el papel de Marcelino y me pidieron leyera el de Jesús hasta que vieran dónde me ponían. Puse todo de mí y el profesor me pidió que tuviera la gentileza de aprenderme las líneas de Jesús porque probablemente yo lo representaría. Me dio dos días para hacerlo.
Recuerdo mucho esos dos días: Vi televisión las dos tardes al salir del colegio. El guión lo dejé en mi carpeta.
Al siguiente ensayo cuando vieron que tampoco sabía nada decidieron entonces ponerme de fraile... ahora mi parlamento se reducía mucho más. Debía salir con una escoba. Decir cinco oraciones, asustarme porque aparecía un pericote en escena. Preparar kekes y conversar con Marcelino otras cuatro intervenciones más. Pero por no tomar en serio esta nueva oportunidad me sacaron la sotana y nuevamente quedé a la deriva. Pensé que me mandarían al salón porque ya no había nada que hacer pero sin embargo me mantuvieron dentro del grupo y participando de los ensayos. Tan solo veía a mis compañeros, no tenía asignado a ningún personaje. Me prohibieron que tuviera a la mano el guión de la obra pero aún era parte de los convocados, como que sentado en el banco de suplentes viendo jugar a mi equipo sin que el profe me elija.
La obra estaba totalmente avanzada pero faltaba un personaje. "Marcelino Pan y Vino" está ambientada en la ciudad española de Castilla a principios del siglo XIX y se desarrolla íntegramente en un convento de frailes franciscanos. Los frailes le enseñaron a Marcelino muchas cosas de la época, incluso a cuidar a los animales de la granja. Entre ellos uno en especial a quien alimentaban nutritivamente para que diera la mejor leche. Los franciscanitos tomaban leche de cabra y bueno pues, tan buena puesta en escena se había armando que de Marcelino pasé a ser la Cabra de Marcelino pasando por Jesucristo y el Fraile Cocinero y Barrendero.
En la obra, cuando Marcelino interactuaba con la Cabra lechera, la llamaba diciéndole "Ven Cabrita, ven" y ahí aparecía el humillante alumno seleccionado para tan majestuoso papel. Incluso el guión decía que en ese momento la cabra debía decir unas cinco veces "Beeeeeeeeee, Beeeeeeeeee..." acercarse en cuatro patas al mocoso ese, ser acariciado en la cabeza y en el cuello, sobar sus cachos en su brazo, dar una vuelta al escenario y salir brincando alegremente feliz de alimentar a 12 gordos frailes y a un niño que habla con una escultura y continuar balando sin cesar. Ya lo dije, el papel de la cabra recayó en mí.
Se lo conté a mi madre y ella se sintió muy orgullosa al punto que me consiguió la máscara. Estaba hecha de cartón. Era durísima y pesaba un par de kilos. Como se caía tuvo que sujetarla a mi cabello con unos ganchos. La máscara olía a purito terokal... iba a ser una Cabra medio piraña, pero en fin... todo sea por el teatro. También me consiguió una chompa de lana peluda cual piel de cabra para que mi anatomía humana sea casi imperceptible y el respetable considerara que la bola de pelos con cara de cartón aterokalado era en verdad una mutación de cabra bien lograda. Más humillante fue cuando debí ponerme unas medias de nylon blancas para no despertar sospechas y verme cabra totalmente.
Llegó el día del estreno. Llegué al auditorio más asado que Don Ramón cuando sale a vender los Churros Doña Florinda. Vestía mi chompa peluda y mis panties blancas de niña ballerina. Marcelino y compañía repasaban con nerviosismo sus líneas antes de salir a escena. Para sentirme acorde con el momento, yo caminaba de un lado para otro tras bambalinas repitiendo beeeeeeeeeee beeeeeeeeeeee... quería que el profesor viera mi profesionalismo... beeeeeeeeeeeee beeeeeeeeee... seguí repitiendo. - Muy bien - me dijo el cachoso del profesor, - lo estás haciendo muy bien -.
A los 37 minutos de empezada la obra escucho decir "VEN CABRITA, VEN"... entonces me pongo en cuatro patas y hago mi ingreso apoteósico al escenario. El público reventaba el coliseo. Llegué a mi lugar de actuación cerca a Marcelino quien me recibía amorosamente. De los nervios casi digo "miau miau" pero pude controlarme pese a las bocanadas de terokal que aspiraba.
Me acariciaron la cabeza y el cuello. Yo giraba y movía el rabo en señal de confianza. Vociferaba mi excelente beeeeeeeeee beeeeeeeeee cual cabra de monte y daba la vuelta a Marcelino demostrando complicidad entre niño y cabra lechera.
De pronto sentí un zumbido fino que vino acompañado de una pequeña brisa de viento frío que se coló por el poto de la cabra. Y es que de tanto brinco y alegría la media nylon blanca que comprendía mi disfraz se rompió en la costura del fundillo... y así, la cabra vuelta loca de pronto y gritando asustada ¡¡¡BEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!! salió de escena a todo galope.
Cuando la obra terminó todos fuimos felicitados. Salimos a escena a dar las gracias al público. En cada uno de mis compañeros había satisfacción plena, incluso en mí también. Finalmente se hizo un gran trabajo desde Marcelino que, recuerdo, lo hizo perfecto; hasta la humilde cabrita que mal que bien le puso cierta nota de ternura y gracia a un bonito espectáculo.
Siempre recuerdo esta "notable" actuación y, hoy en día, cuando voy a La Granja Villa o al Parque de Las Leyendas y paso por donde pastan las cabras, las miro con cierta nostalgia. Y las llamo "Ven Cabrita, ven" y ellas me miran tiernamente como conectadas conmigo, como viendo en mí que en otra vida fui una cabra como ellas quizá dando leche para frailes franciscanos. Las escucho decir Beeeeeeeee y siento que las entiendo... siento que me agradecen por haberlas representado, siento que me sonríen coquetas, siento que quieren acercarse a mí para ser yo ahora quien las acaricie como Marcelino... siento que... siento que... siento que... siento que definitivamente el terokal de la máscara que usé dejó secuelas incurables en mí.
Moraleja: Ven cabrita, ven... ven para sacarte la conch&%|°$*)(?%&$"!!!