lunes, 30 de julio de 2012

VEN CABRITA, VEN

Los famosos Juegos Florales del Colegio. Todos hemos pasado por eso y hemos sido seleccionados para participar en cualquiera de las disciplinas a desarrollarse: Baile, Canto, Fonomimia, Poesía, Oratoria, Mimo y Teatro. Recuerdo siempre haber sido seleccionado pero finalmente pocas fueron las veces que representé al salón participando en esta actividad. En una oportunidad me convocaron para mimo pero me sacaron porque hablaba mucho. En otra oportunidad me eligieron para fonomimia y me presenté como Miguel Bosé cantando "Don Diablo" pero por ser un colegio religioso como que moverme al son de "Don Diablo se ha escapado tú no sabes la que ha armado" y "Don Diablo se perfuma y se afeita con espuma es un chico colorado colorín" no agradó mucho y finalmente un amigo salió haciendo de la Negra Tomasa... ¡o sea!

Para danza o baile por lo general siempre participé y me fue bien. Digamos que el tema de las coreografías sobretodo de danzas típicas siempre me agradó y, modestia aparte, el aplauso unánime por el mérito compartido, así lo determinó en cada presentación: Así bailé Toromata, Los Shapis, El Jipijay, Huaynos y hasta Marinera.
Para Poesía o Declamación siempre elegían a los más estudiosos de la clase... con esto queda claro que jamás siquiera pensaron en considerarme. Para Oratoria hubiera sido un fracaso rotundo básicamente por los temas que debían tocarse en esta categoría... inclusive, creo, fue eliminada de la lista de disciplinas. Sin embargo, para muchos, lo más divertido de ser considerado era que perdías horas de clases por los ensayos. Muchos se hacían en el mismo salón para no permitir a otros que vieran lo que se había elegido... pero cuando la fecha del estreno estaba por llegar, los ensayos se hacían en el auditorio del colegio y eso era aún más intenso... cansado y además muy divertido.

En sexto de primaria el concurso de los Juegos Florales fue más ambicioso. No era por sección sino por grado que se competiría y los profesores tomaron la decisión de armar un elenco completo de alumnos para representar la obra teatral "Marcelino Pan y Vino", que cuenta la historia de un niño, Marcelino, que recién nacido es abandonado en la puerta de un convento de frailes franciscanos quienes se encariñan con él y deciden criarlo y cuidarlo. Marcelino tenía prohibido subir al desván del convento y como a todo niño a quien le prohiben algo, hace todo lo contrario y sube al desván y encuentra una imagen de Cristo crucificado con quien logra hacer amistad y por quien siempre "robaba" pan y vino a los frailes para llevarle. Se trata en sí de una obra bastante emotiva.
El hecho es que se necesitaban de varios personajes para que sea una obra espectacular: Marcelino, un doble de Marcelino (para la escena en la que éste se queda dormido hablando con Jesús y sueña consigo mismo), Jesús, 12 frailes y hasta extras. Se hizo una convocatoria completa, me incluyeron, nos presentaron a un profesor de teatro. Nos pintaron la obra con total dramatismo y entusiasmo, se hablaba incluso de cómo se decoraría el escenario y cuál sería el vestuario de cada personaje. Recuerdo que la emoción de todos era compartida por igual.

Para mi sorpresa me eligieron para interpretar a Marcelino (el principal, no el doble) y así a mis demás compañeros el resto de personajes. Nos dieron un guión completo a cada uno y teníamos todo un fin de semana para aprendernos los tres primeros actos (de diez que eran más o menos). Nunca voy a olvidar ese fin de semana: Jugué Policías y Ladrones, Escondidas, Lingo y 7 Pecados y el guión ni lo saqué de la mochila. El lunes en el colegio al empezar a ensayar, todos sabían casi a la perfección sus parlamentos y yo no. En vista que Marcelino tenían las líneas más extensas de toda la obra y para mi suerte quien hacía de Jesús no había ido por paperas al ensayo, a manera de castigo me quitaron el papel de Marcelino y me pidieron leyera el de Jesús hasta que vieran dónde me ponían. Puse todo de mí y el profesor me pidió que tuviera la gentileza de aprenderme las líneas de Jesús porque probablemente yo lo representaría. Me dio dos días para hacerlo.
Recuerdo mucho esos dos días: Vi televisión las dos tardes al salir del colegio. El guión lo dejé en mi carpeta.

Al siguiente ensayo cuando vieron que tampoco sabía nada decidieron entonces ponerme de fraile... ahora mi parlamento se reducía mucho más. Debía salir con una escoba. Decir cinco oraciones, asustarme porque aparecía un pericote en escena. Preparar kekes y conversar con Marcelino otras cuatro intervenciones más. Pero por no tomar en serio esta nueva oportunidad me sacaron la sotana y nuevamente quedé a la deriva. Pensé que me mandarían al salón porque ya no había nada que hacer pero sin embargo me mantuvieron dentro del grupo y participando de los ensayos. Tan solo veía a mis compañeros, no tenía asignado a ningún personaje. Me prohibieron que tuviera a la mano el guión de la obra pero aún era parte de los convocados, como que sentado en el banco de suplentes viendo jugar a mi equipo sin que el profe me elija.

La obra estaba totalmente avanzada pero faltaba un personaje. "Marcelino Pan y Vino" está ambientada en la ciudad española de Castilla a principios del siglo XIX y se desarrolla íntegramente en un convento de frailes franciscanos. Los frailes le enseñaron a Marcelino muchas cosas de la época, incluso a cuidar a los animales de la granja. Entre ellos uno en especial a quien alimentaban nutritivamente para que diera la mejor leche. Los franciscanitos tomaban leche de cabra y bueno pues, tan buena puesta en escena se había armando que de Marcelino pasé a ser la Cabra de Marcelino pasando por Jesucristo y el Fraile Cocinero y Barrendero.

En la obra, cuando Marcelino interactuaba con la Cabra lechera, la llamaba diciéndole "Ven Cabrita, ven" y ahí aparecía el humillante alumno seleccionado para tan majestuoso papel. Incluso el guión decía que en ese momento la cabra debía decir unas cinco veces "Beeeeeeeeee, Beeeeeeeeee..." acercarse en cuatro patas al mocoso ese, ser acariciado en la cabeza y en el cuello, sobar sus cachos en su brazo, dar una vuelta al escenario y salir brincando alegremente feliz de alimentar a 12 gordos frailes y a un niño que habla con una escultura y continuar balando sin cesar. Ya lo dije, el papel de la cabra recayó en mí.

Se lo conté a mi madre y ella se sintió muy orgullosa al punto que me consiguió la máscara. Estaba hecha de cartón. Era durísima y pesaba un par de kilos. Como se caía tuvo que sujetarla a mi cabello con unos ganchos. La máscara olía a purito terokal... iba a ser una Cabra medio piraña, pero en fin... todo sea por el teatro. También me consiguió una chompa de lana peluda cual piel de cabra para que mi anatomía humana sea casi imperceptible y el respetable considerara que la bola de pelos con cara de cartón aterokalado era en verdad una mutación de cabra bien lograda. Más humillante fue cuando debí ponerme unas medias de nylon blancas para no despertar sospechas y verme cabra totalmente.

Llegó el día del estreno. Llegué al auditorio más asado que Don Ramón cuando sale a vender los Churros Doña Florinda. Vestía mi chompa peluda y mis panties blancas de niña ballerina. Marcelino y compañía repasaban con nerviosismo sus líneas antes de salir a escena. Para sentirme acorde con el momento, yo caminaba de un lado para otro tras bambalinas repitiendo beeeeeeeeeee beeeeeeeeeeee... quería que el profesor viera mi profesionalismo... beeeeeeeeeeeee beeeeeeeeee... seguí repitiendo. - Muy bien - me dijo el cachoso del profesor, - lo estás haciendo muy bien -.

A los 37 minutos de empezada la obra escucho decir "VEN CABRITA, VEN"... entonces me pongo en cuatro patas y hago mi ingreso apoteósico al escenario. El público reventaba el coliseo. Llegué a mi lugar de actuación cerca a Marcelino quien me recibía amorosamente. De los nervios casi digo "miau miau" pero pude controlarme pese a las bocanadas de terokal que aspiraba.
Me acariciaron la cabeza y el cuello. Yo giraba y movía el rabo en señal de confianza. Vociferaba mi excelente beeeeeeeeee beeeeeeeeee cual cabra de monte y daba la vuelta a Marcelino demostrando complicidad entre niño y cabra lechera. 

De pronto sentí un zumbido fino que vino acompañado de una pequeña brisa de viento frío que se coló por el poto de la cabra. Y es que de tanto brinco y alegría la media nylon blanca que comprendía mi disfraz se rompió en la costura del fundillo... y así, la cabra vuelta loca de pronto y gritando asustada ¡¡¡BEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!! salió de escena a todo galope.

Cuando la obra terminó todos fuimos felicitados. Salimos a escena a dar las gracias al público. En cada uno de mis compañeros había satisfacción plena, incluso en mí también. Finalmente se hizo un gran trabajo desde Marcelino que, recuerdo, lo hizo perfecto; hasta la humilde cabrita que mal que bien le puso cierta nota de ternura y gracia a un bonito espectáculo.

Siempre recuerdo esta "notable" actuación y, hoy en día, cuando voy a La Granja Villa o al Parque de Las Leyendas y paso por donde pastan las cabras, las miro con cierta nostalgia. Y las llamo "Ven Cabrita, ven" y ellas me miran tiernamente como conectadas conmigo, como viendo en mí que en otra vida fui una cabra como ellas quizá dando leche para frailes franciscanos. Las escucho decir Beeeeeeeee y siento que las entiendo... siento que me agradecen por haberlas representado, siento que me sonríen coquetas, siento que quieren acercarse a mí para ser yo ahora quien las acaricie como Marcelino... siento que... siento que... siento que... siento que definitivamente el terokal de la máscara que usé dejó secuelas incurables en mí.

Moraleja: Ven cabrita, ven... ven para sacarte la conch&%|°$*)(?%&$"!!!

domingo, 22 de julio de 2012

NO SOLO DUELE, TAMBIÉN LASTIMA

Duele el silencio y lastima el mutismo: Saberlo me afecta y no poder hacer nada me vence. Sólo me queda ser espectador aguardando el final que ya parece adelantado pero que fuerzo en mi mente sea distinto porque el compromiso, años atrás, fue otro.

Duele la indiferencia y lastima el olvido: Conocerlo me aturde y entorpece mis reflejos. No puedo dar el paso que quisiera porque puede que no me corresponda, puede que me inmiscuya en etapas que no me incumben pese al vínculo que me unen a ellas.

Duele el llanto y lastima la angustia: No entenderlo me carcome y me inmoviliza. Pasear mi mente por recuerdos tan espectaculares y ver ahora la tempestad que no termina me mantiene intranquilo. No puedo levantarme... ¿depende de mí?

Duele la incertidumbre y lastima la inercia: Ver el tiempo detenido debe obligar a tomar otro rumbo pero ni siquiera hay acción para tomar esa decisión. Vivo con una mezcla de consejos en mi mente que no me atrevo a dar porque la experiencia de mi vida es mía y sé desde hace mucho que cada uno prepara su camino para conocer su destino.

Duele la ironía y lastima la verdad: Y es que quizá es mejor así. Quizá sería peor si la razón obligara a un falso reencuentro cuando un corazón ya sepultó a otro. Me pesa tanto escribirlo, leerlo y releerlo... pero decido no borrarlo porque ya decidí no hacerlo. Y me debo a mi dictado interno y a mi compromiso de no renunciar a todo lo que puedo transmitir "a mi manera".

Duele el descaro y lastima la arrogancia: Sobretodo por quien la procura. Porque ese lado no lo conocí antes nunca. Recién hoy la prueba se posa ante mí pero únicamente para contemplarla porque lo hecho hecho está y solo un valiente es capaz de dar la cara. Anhelo tanto ver esa demostración de valentía en ti que de tan solo imaginarla, hincho el pecho de orgullo. Siéntelo por favor.

Duele la inacción y lastima la parsimonia: Pasan las horas y los días enredados en tanto silencio que la mínima palabra pasa desapercibida, dejándose desperdiciar la oportunidad de aprovecharla. Y yo, a un extremo del suceso, cuento los minutos y me oculto en una cueva en la que disfruto pensando cómo era y no cómo es. Y no es sencillo, al contrario... totalmente al contrario: es difícil. Mi mente me obliga a respetar, debo esforzarme más y trabajar en eso. Respetar.

Duele el presente y lastima el futuro: Porque el pasado fue completamente distinto. Si en mis manos hubiera estado la responsabilidad de evitar que amaneciera el día que no debía llegar, hubiera colaborado con todo lo que estuvo a mi alcance con tal de ver nuevamente la sonrisa mutua, la mirada cómplice y la protección sincera. Hoy solo contemplo esos detalles en mis sueños y es duro porque soñando me doy cuenta que es un sueño y por evitar despertar, despierto. Y al despertar recuerdo que solo fue un sueño y la vida real es ahora distinta.

Duele la soledad y lastima el duelo: Y esto es probablemente lo más difícil de sobrellevar. Precisamente siento que he perdido algo de mí, que debo enterrarlo y conformarme con lo que el recuerdo me regale. Me obligo a cerrar los ojos y concentrar mi fuerza interior en hacerla exterior y comprender. Comprender que todo forma parte de una lección y de una formación y que el tiempo se encargará por impulsión divina, de ordenarlo todo. Como la secuencia lógica que determina que un paso más allá del caos se encuentra la calma.

Duele la lástima y lastima el dolor: Y se crea la injusta duda de desconfiar de mis propios preceptos. Del "nunca digas nunca" que yo rechazo porque antes de confiar en alguien o en algo primero confío en mí. Y si primero confío en mí es porque la vida me inculcó tal confianza. Cuestiono la existencia del error que no se corrige porque precisamente confío que todo puede enmendarse... claro, siempre y cuando la intención sea tan sincera como la confianza.

Duele la nostalgia y lastima la desaparición: Admito que dentro de las decisiones que he debido tomar la más complicada es la de No Estar. La de ignorar y seguir siendo ajeno de algo que me es propio. Pero el consejo me dice que así debe ser, que es la mejor ayuda que puedo dar. Yo no soy el valiente que desenvaina su espada y enfrenta el miedo, ¡no!, quiero ser el tímido pero confiado que espera ver al héroe de siempre tomar las riendas y con una simple venia quizá demostrar que nunca dejó de ser un roble y no una roca.

Duele la espera y lastima la cobardía: Porque no somos infalibles pero sí pensantes. Salvo si se deja zanjar un abismo entre dos mundos el tiempo podría correr aún a favor... ¡Reacciona!

Duele llegar al punto de decepcionarme y lastima no tener otra salida: Y esto no me deja mejor opción que apelar al instinto natural:

A que algún día tu mano recupere la mano que dejas ir. A que algún día el silencio se vuelva escándalo. A que algún día la lágrima permita ser absorbida por un beso honesto. Apelo a la oportunidad que aún puede existir. Apelo a la esperanza de que probablemente el momento justo todavía no llega. Pero temo que no llegue nunca y que el despido eterno sea tan frío como el saludo de buenos días. Temo no entender lo que pasa y perderme en intentarlo. Temo embriagarme de recuerdos y retroceder. Temo admitir que la felicidad completa no existe. Temo hundirme porque no respiran el mismo aire. Temo no dejar de temer, pero sobretodo, temo no poder tomar una foto más de todos juntos para enmarcarla y adornar mi sala.

Moraleja: "... cultiva la firmeza del espíritu, para que te proteja en las adversidades repentinas..."

viernes, 6 de julio de 2012

REALMENTE SORPRENDIDO

Cuando nos toca hablar de los amigos nos referimos siempre a ellos en relación a nosotros. Cómo son nuestros amigos, cómo se comportan y qué los hace especiales e importantes en nuestras vidas. Es la amistad una virtud y compañía necesaria. Sin embargo, vale la pena también mirarnos al espejo y saber si somos nosotros mismos quienes estamos cumpliendo un buen papel dentro de la enorme responsabilidad de ser un Amigo Genial. Así como Woody y Buzz Lightyear, como Bob Esponja y Patricio, como El Chavo y Kiko, como Kevin Arnold y Paul Pfeiffer, como Tito y Lalo... y muchos ejemplos más de verdadera amistad.

Creo que para reconocer nuestra real intensidad de ser amigo el destino nos pone a prueba muchas veces. Cuando debemos dar un consejo. Cuando simplemente debemos callar y escuchar. Cuando necesitamos ahogar penas o cuando simplemente sabemos que nuestros planes serán mejor elaborados si contamos con la presencia y ayuda de ese amigo especial.

A mí me sucedió algo muy particular que creo, modestamente, me hizo sentir que puedo ser un buen amigo. Sucedió hace mucho tiempo atrás...

Acababa de cumplir la mayoría de edad y los permisos para salir los fines de semana eran restringidos. No podía llegar a mi casa pasada las 2 am. Podía salir a divertirme a una discoteca, a la casa de alguien o a una fiesta pero debía llegar a casa máximo a las 2 am. Estaba cerca mi cumpleaños y muchos amigos me preguntaban  qué iba a hacer para ese día, mi cumpleaños caía domingo y querían celebrármelo el sábado para la víspera. Yo siempre debía decir que podíamos bajar al barrio simplemente pero mis amigos intentaban algo más elaborado. Salió la idea de ir a una peña, confieso que la idea no me entusiasmaba mucho porque nunca me han gustado los sitios aglomerados de personas pero dado el entusiasmo y que la organización era por mi causa, acepté. Incluso sin yo saberlo un buen amigo mío se comunicó con mi mamá y le pidió permiso para que yo llegara más tarde, ella aceptó. Me lo contaron, lo corroboré y sí, mi emoción fue aún mayor porque por vez primera no había toque de queda en mis salidas de fin de semana.

Mientras el fin de semana se acercaba todo el grupo tenía que ver con la reunión en la Peña Las Brisas del Titicaca para celebrar mi cumpleaños. La noticia corría, todos hablaban de lo mismo incluso personas que no eran directamente amigos míos pero sí amigos de mis amigos ♫ uh vaya lío... los amigos de mis amigos son mis amigos... ♪ en fin... se invitaban a la reunión y claro, mientras más, mejor, yo feliz. Sin embargo debía admitir que el hecho de no tener mucha propina hacía que me quedara corto en pasaje, trago y esas cosas... pero en fin.

Para el miércoles de esa semana la idea de ir a Las Brisas del Tititcaca estaba tatuada en el subconsciente de muchas personas. Prácticamente no se hablaba de otra cosa. Me abrumaba saber que era por mí y hasta me llamaba la atención el entusiasmo... los minutos seguían su curso y la expectativa crecía.

 El jueves antes del gran fin de semana nos reunimos varios amigos a tomar unas cervecitas en el barrio. Entre carcajadas y agitadas de vaso para botar el conchito y pasarlo nos estábamos divirtiendo a costa de nada. En eso me fui a un lado a hacerle espacio a la vejiga. En ese momento se había incorporado al grupo algunas personas también parte del mismo grupo amical a quienes yo conocía pero con quienes no tenía mayor confianza, también sabían del tema del sábado así es que bienvenidos sean, brindemos por la peña que estaba por armarse dentro de dos días. Cuando estaba regresando al grupo una de las chicas que acababa de llegar se me acercó... me cogió del brazo y me llevó a un lado. Sus ojos tenían una mirada maliciosa, extraña, maquiavélica pero que trataba de disfrazar con encanto, dulzura y simpatía. Su rostro compungido en un gesto sumamente triste y conversamos, ella empezó a hablar:

 - Pucha Franco, sorry. Lo que pasa es que mañana yo no voy a poder ir a la fiesta sorpresa que todos te están organizando en la casa del Narizón.

Inmediatamente mi mente ordenó las piezas y lo entendí. El entusiasmo de todos era en realidad la Organización de una Fiesta Sorpresa. El argumento de la peña era mentira precisamente haciendo caso a que este tipo de locales no son mi total agrado. Uno de mis grandes amigos había puesto su casa para homenajearme y todos estaban de acuerdo con eso. Todos debían coincidir en hora, momento y entusiasmo para sorprenderme. Incluso mi madre estaba incluida en los planes porque ella también me hablaba de la famosa peña a sabiendas de que era en realidad era una fiesta sorpresa en casa de uno de mis amigos. Por ende no había problema con la propina porque ya no iba a gastar en nada y tenía permiso para llegar al día siguiente a casa al amanecer, pero ¿por qué esta persona tenía la intención de arruinar la sorpresa de esta manera? Créanme que hasta el día de hoy no lo sé ni lo pregunté ni lo preguntaré... Volviendo al relato, tuve la acertada reacción de responder inmeditamente el ataque y dejando adentro la rabia, sonreí, la miré a los ojos y le dije:

- No te preocupes, de repente puedes ir más tarde. Todos vamos a estar ahí toda la noche así es que trata de ir, en serio.
- Gracias, pero sí quería que sepas que no voy a poder ir A LA FIESTA SORPRESA QUE TE ESTÁN ORGANIZANDO (lo dijo pronunciando perfectamente la palabras que resalto para que me diera cuenta de lo que estaba hablando). De verdad, sorry.
- No te preocupes. En serio. 

Y regresamos al grupo en donde por coincidencia estaba el dueño de casa donde se haría la fiesta. Tomé la decisión de no mencionar que sabía de la fiesta sorpresa. Lo hice por ellos, por mis verdaderos amigos. Porque ellos se estaban preocupando por mi satisfacción y ahora me tocaba a mí preocuparme por la generosa intención de todos.

El sábado llegó. Todos llegamos al punto de encuentro perfumaditos y las amigas también bien acicaladas. Un buen grupo de amistades unidas por mí. Abrumador como ya lo dije antes. De pronto la Sorpresa comenzó. Yo me dotaba de histrionismo para parecer natural. Algunos dijeron que irían avanzando. Comencé a darme cuenta que organizar una fiesta sorpresa era cosa seria. Precisamente el dueño de casa me pidió que lo acompañara a comprar. Fuimos en su carro con otros amigos más a un supermercado. Su teléfono sonaba y él hablaba con voz muy baja. Podía entender que le pedían que se demorara más. Pasaron 15 minutos más. Nos tomamos unas chelitas en lata (siempre hay pretexto para unas chelitas con los patas, de lo contrario no sería precisamente una Cerveza la que intenta instituir el primer sábado de julio como El Día del Amigo). Salimos del supermercado y mi pata dueño de casa, quizá organizador de todo: El Narizón, se tocó los bolsillos del pantalón y dijo que había olvidado su billetera y tenía que ir a su casa a recogerla. Los demás que estábamos ahí comenzaron a criticarle el olvido. Me iba dando cuenta que el momento iba llegando. Claro que todos estos detalle no los hubiera percibido de no saber de antemano la realidad de ese sábado por la noche.
Llegamos a la casa, de afuera se veía todo apagado. Curiosamente el dueño de casa nos dijo que lo acompañemos adentro porque tenía una chelita más y quería empilarse. ¡Vamos! dijimos todos. De manera organizada me dejaron atrás. Abrieron la puerta y entramos a la casa. Mi mente estaba preocupada y asustada. Temía que mi reacción no fuera lo suficientemente natural como para no despertar la sospecha o confirmación de que lo sabía todo por culpa de la envidia personificada. En el preciso instante que entré a la casa las luces se prendieron y el unísono ¡SORPRESA! finalmente me hizo reaccionar. Abrí los ojos. Me entusiasmé, me hice el loco. Quizás exageré. Algunos evaluaron mi reacción. Otros me dijeron que yo sabía todo, que ya me había dado cuenta, que mi reacción no había sido natural... pero bueno. Todos me abrazaron. Se compartió una deliciosa cena. Comenzó la música y fue una fiesta de cumpleaños que estoy seguro jamás olvidaré. Un adorno con mi nombre colgaba de una de las paredes, habían globos y serpentinas. Una mesa con bocaditos diversos, 20 cajas de chela en el refrigerador. Ají de Gallina en dos ollones de Club de Madres, harta pica pica y demasiada alegría. Fue extraordinario
. Finalmente me sorprendí de verdad... consiguieron emocionarme mucho. Fui Realmente Sorprendido.

Si ellos lo hicieron fue porque me estiman, porque me consideran un buen amigo. Si se tomaron el trabajo de organizar algo tan especial fue porque estaban motivados por algo. Y fue por esa razón, por valorar ese esfuerzo, entusiasmo y cariño, que tampoco les eché a perder la organización. Fue la gratitud a su gran idea. Porque estuvieron de acuerdo, mis amigos, en que por alguna razón merecía un cumpleaños inolvidable... y así lo fue, incluyendo además, el enterarme de una manera abrupta antes de tiempo y aún así sorprenderme tal cual hubiera sido que no sepa nada. Es por eso que a los Amigos hay que quererlos como mier...!!! porque contar con ellos es lo mejor que nos puede pasar.

Y dicho sea de paso, la persona que intentó arruinar mi super tono llegó más tarde. Bailó, comió, se divirtió, brindó, se carcajeó, eructó y probablemente se pedorreó y vomitó. Pero la pasó bien y eso para mí fue suficiente porque me di el lujo de pensar que no tuvo otro lugar a dónde ir y su única opción fue Mi Fiesta porque todos estaban ahí... entonces me acerqué a ella. Me miró y se puso nerviosa. La miré y le dije... "gracias por venir".


Moraleja.- Tener un gran amigo es la manera más auténtica de elegir a un hermano.