domingo, 22 de julio de 2012

NO SOLO DUELE, TAMBIÉN LASTIMA

Duele el silencio y lastima el mutismo: Saberlo me afecta y no poder hacer nada me vence. Sólo me queda ser espectador aguardando el final que ya parece adelantado pero que fuerzo en mi mente sea distinto porque el compromiso, años atrás, fue otro.

Duele la indiferencia y lastima el olvido: Conocerlo me aturde y entorpece mis reflejos. No puedo dar el paso que quisiera porque puede que no me corresponda, puede que me inmiscuya en etapas que no me incumben pese al vínculo que me unen a ellas.

Duele el llanto y lastima la angustia: No entenderlo me carcome y me inmoviliza. Pasear mi mente por recuerdos tan espectaculares y ver ahora la tempestad que no termina me mantiene intranquilo. No puedo levantarme... ¿depende de mí?

Duele la incertidumbre y lastima la inercia: Ver el tiempo detenido debe obligar a tomar otro rumbo pero ni siquiera hay acción para tomar esa decisión. Vivo con una mezcla de consejos en mi mente que no me atrevo a dar porque la experiencia de mi vida es mía y sé desde hace mucho que cada uno prepara su camino para conocer su destino.

Duele la ironía y lastima la verdad: Y es que quizá es mejor así. Quizá sería peor si la razón obligara a un falso reencuentro cuando un corazón ya sepultó a otro. Me pesa tanto escribirlo, leerlo y releerlo... pero decido no borrarlo porque ya decidí no hacerlo. Y me debo a mi dictado interno y a mi compromiso de no renunciar a todo lo que puedo transmitir "a mi manera".

Duele el descaro y lastima la arrogancia: Sobretodo por quien la procura. Porque ese lado no lo conocí antes nunca. Recién hoy la prueba se posa ante mí pero únicamente para contemplarla porque lo hecho hecho está y solo un valiente es capaz de dar la cara. Anhelo tanto ver esa demostración de valentía en ti que de tan solo imaginarla, hincho el pecho de orgullo. Siéntelo por favor.

Duele la inacción y lastima la parsimonia: Pasan las horas y los días enredados en tanto silencio que la mínima palabra pasa desapercibida, dejándose desperdiciar la oportunidad de aprovecharla. Y yo, a un extremo del suceso, cuento los minutos y me oculto en una cueva en la que disfruto pensando cómo era y no cómo es. Y no es sencillo, al contrario... totalmente al contrario: es difícil. Mi mente me obliga a respetar, debo esforzarme más y trabajar en eso. Respetar.

Duele el presente y lastima el futuro: Porque el pasado fue completamente distinto. Si en mis manos hubiera estado la responsabilidad de evitar que amaneciera el día que no debía llegar, hubiera colaborado con todo lo que estuvo a mi alcance con tal de ver nuevamente la sonrisa mutua, la mirada cómplice y la protección sincera. Hoy solo contemplo esos detalles en mis sueños y es duro porque soñando me doy cuenta que es un sueño y por evitar despertar, despierto. Y al despertar recuerdo que solo fue un sueño y la vida real es ahora distinta.

Duele la soledad y lastima el duelo: Y esto es probablemente lo más difícil de sobrellevar. Precisamente siento que he perdido algo de mí, que debo enterrarlo y conformarme con lo que el recuerdo me regale. Me obligo a cerrar los ojos y concentrar mi fuerza interior en hacerla exterior y comprender. Comprender que todo forma parte de una lección y de una formación y que el tiempo se encargará por impulsión divina, de ordenarlo todo. Como la secuencia lógica que determina que un paso más allá del caos se encuentra la calma.

Duele la lástima y lastima el dolor: Y se crea la injusta duda de desconfiar de mis propios preceptos. Del "nunca digas nunca" que yo rechazo porque antes de confiar en alguien o en algo primero confío en mí. Y si primero confío en mí es porque la vida me inculcó tal confianza. Cuestiono la existencia del error que no se corrige porque precisamente confío que todo puede enmendarse... claro, siempre y cuando la intención sea tan sincera como la confianza.

Duele la nostalgia y lastima la desaparición: Admito que dentro de las decisiones que he debido tomar la más complicada es la de No Estar. La de ignorar y seguir siendo ajeno de algo que me es propio. Pero el consejo me dice que así debe ser, que es la mejor ayuda que puedo dar. Yo no soy el valiente que desenvaina su espada y enfrenta el miedo, ¡no!, quiero ser el tímido pero confiado que espera ver al héroe de siempre tomar las riendas y con una simple venia quizá demostrar que nunca dejó de ser un roble y no una roca.

Duele la espera y lastima la cobardía: Porque no somos infalibles pero sí pensantes. Salvo si se deja zanjar un abismo entre dos mundos el tiempo podría correr aún a favor... ¡Reacciona!

Duele llegar al punto de decepcionarme y lastima no tener otra salida: Y esto no me deja mejor opción que apelar al instinto natural:

A que algún día tu mano recupere la mano que dejas ir. A que algún día el silencio se vuelva escándalo. A que algún día la lágrima permita ser absorbida por un beso honesto. Apelo a la oportunidad que aún puede existir. Apelo a la esperanza de que probablemente el momento justo todavía no llega. Pero temo que no llegue nunca y que el despido eterno sea tan frío como el saludo de buenos días. Temo no entender lo que pasa y perderme en intentarlo. Temo embriagarme de recuerdos y retroceder. Temo admitir que la felicidad completa no existe. Temo hundirme porque no respiran el mismo aire. Temo no dejar de temer, pero sobretodo, temo no poder tomar una foto más de todos juntos para enmarcarla y adornar mi sala.

Moraleja: "... cultiva la firmeza del espíritu, para que te proteja en las adversidades repentinas..."

3 comentarios:

  1. Mucha profundidad en todo lo que escribes, sale a relucir la sensibilidad de tu alma y de tu espiritu lleno de amor y preocupacion de todo lo que ves sientes y vives . Te ADMIRO!!!

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  2. Como siempre, un hermoso sentir hijo, muy hermoso: Duele que no duela y lastima la voz interior que te pregunta por qué confiaste tanto??

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  3. bravo hermano, me encanta y admiro ese don que tienes! eres increible

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