-¡No podemos!-, le dije a mi esposa cuando sugirió una vacaciones fuera del país. Pero ella insistió. Persuadió mis negativas respuestas porque se daba cuenta que demoraba en elaborar mis argumentos. Ella, con ese poder de convencimiento innato, mantuvo la firmeza de su posición por varios días más. Mis evasivas no la doblegaron y en cada presentación de lo que serían nuestras vacaciones incluía nuevas alternativas de diversión y merecimiento de esa experiencia.
Básicamente yo dije que no porque me parece imposible tomar una decisión tan importante de un momento a otro y como por arte de magia hacer que las cosas sucedan. Me costaba entender que para ella sea tan sencillo y para mí no lo fuera.
Cada que hablábamos del tema escuchaba una caja registradora en mi mente que me llevaba a pensar en el costo de una decisión de esa naturaleza. No somos dos, somos cuatro, Y vacaciones para cuatro fuera del país tiene un costo que debe pensarse con anticipación, organización y mucha sutileza.
Sin embargo, con astucia y perspicacia mi esposa dijo algo muy cierto y sabio y, pese a que lo dijo gritando y con un rodillo en la mano porque ya estaba perdiendo la paciencia, mencionó: -¡¡¡Si no es ahora, cuándo, huevón!!!- Lo medité un momento pero igual volví a negarme pero ya con duda y la duda lleva a pensar nuevamente las cosas. "Si no es ahora, cuándo" Tenía lógica. Mi certeza me decía que efectivamente no podía ser ahora pero el "cuándo" tampoco tenía respuesta. No hay forma de responder a un "cuándo" cuando se menciona en el contexto sabio que ella lo hizo. No se nace para responder esa pregunta porque precisamente te lleva a concentrarte que si únicamente piensas en el "cuándo" el "ahora" se pierde y el "ahora" solo vive el tiempo que uno demora en mencionarlo. Luego pasa a ser otro "ahora" y así sucesivamente. Una frase tan sencilla como esa de pronto me taladró por varias semanas acompañadas de mensajes de texto y llamadas relámpagos en donde sólo escuchaba o leía "por favor, por favor, por favor". Debo admitir que esto me dio cierto poder. Porque en mí recaía toda la responsabilidad de completar una alegría absoluta o simplemente mantenerme en la rutina de vacaciones en casa con uno u otro pequeño paseo al Parque de Las Leyendas a ver a los mismos leones y elefantes de siempre.
Una tarde, en el trabajo recibí un correo enviado por mi esposa, obvio, donde únicamente me ponía la web donde podía conseguir los pasajes. Los precios ya los habíamos visto varias veces en casa y verlo era lo que decidía más aún mi negación. Aproveché cinco minutos y entré a la página web e ingresé el registro de cuatro pasajes a Panamá para mi esposa, mis hijos y yo. Faltaba darle click a la compra y todo estaría consumado. Vi la imagen del avión, los mensajes alusivos al servicio, la cifra total de los boletos y... y... y volví a decir que no. Cerré la página y continué trabajando.
Pasaron 10 minutos y volví a ingresar, puse nuevamente los datos. Dejé la página lista para hacer la compra. Me fui a hacer pichi... fue la pichi más larga de mi vida. Regresé a mi sitio. Tomé un poco de Inca Kola que nunca falta en mi escritorio. Solté un eructo sutil y me senté frente a frente al computador. Imaginé la cara de mi esposa y mis hijos. Conté del uno al diez y del diez al uno unas diez veces. Rasqué mi barbilla, acomodé mi corbata, ordené mis lapiceros, sorbí un poco más de gaseosa, revisé unos papeles, di click a "completar su compra", me reí, abrí mi cajón, saqué un caramelo cocoroco, lo chupé con ganas de calmar los nervios, vi la pantalla, salió un número para hacer una llamada. Me paré de mi silla, estiré mis brazos. Miré a todos lados. Llamé. Me pellizqué el poto mientras timbraba. Una señorita contestó. Colgué. Volví a llamar. Volvieron a contestar. La misma señorita me dio unas explicaciones y me pidió algunos datos . Yo decía ya ya ya ya como si estuviera hipnotizado por Tony Kamo, ya ya ya ya, sí sí sí. Ella colgó, yo colgué. Terminé mi gaseosa, fui a hacer más pichi y cuando regresé había llegado a mi correo la confirmación de la compra de 4 pasajes a Panamá, 2 adultos y 2 niños. De pronto el "cuándo" se volvió "ahora" y ya era una realidad. Las vacaciones estaban programadas. Nos vamos de viaje. Copié y pegué en un correo electrónico la confirmación del viaje y se lo mandé a mi esposa. Le puse, "Para ti de mí" y listo.
Desde ese momento he conocido una nueva sensación de lo que es la felicidad mezclada con la adrenalina, la expectativa y la emoción. Mis hijos no caben en su pellejo. Todos los días hablan de algo que ni siquiera pueden imaginar como es viajar en avión. Debe ser extraordinario viajar en avión cuando uno es niño. La primera vez que yo me subí a un avión fue a los 16 años. Pero a los 8 o a los 4 el espíritu de aventura debe ser distinto.
El dinero no compra ni siquiera una yapa de felicidad, no. La felicidad se vive en la magnitud que uno elige vivirla aprovechando lo que tiene a su alrededor para conseguirla. Mientras haya salud uno debe arriesgar en divertirse y conocer todo lo que la vida te permita.
En la sala de mi casa están ya las maletas listas de nuestro primer viaje familiar, sí, primer viaje. Todo, para variar, ya está organizado como solo sabe hacerlo quien tanto me insistió en tomar esta gran decisión. Nuestro vuelo sale a las 5 de la mañana y estaremos viviendo una experiencia, aprovechando la gentileza de extraordinarios amigos, de una semana que será eterna e inolvidable.
Sigo sin poder creer lo que estamos a punto de vivir. Muchos podrían decir que tan solo es un viaje y estoy exagerando. Yo respondo que no, que todo lo contrario. Que soy una persona emocional y las emociones me llenan de júbilo y eso me lleva a compartirlo como me gusta hacerlo. Tengo la certeza que viviendo plenamente y haciendo a los tuyos feliz contribuyes con tu propia alegría y hoy en día, que tanta falta hace reconocernos seres humanos de un mundo feliz, ser un huevón que camina y sonríe por la calle, honestamente, me llena de más júbilo.
Gracias, mi amor, por insistir... nos vamos porque nos vamos y punto.
Moraleja: Vive el AHORA y no dejes que el CUÁNDO te viva.
Básicamente yo dije que no porque me parece imposible tomar una decisión tan importante de un momento a otro y como por arte de magia hacer que las cosas sucedan. Me costaba entender que para ella sea tan sencillo y para mí no lo fuera.
Cada que hablábamos del tema escuchaba una caja registradora en mi mente que me llevaba a pensar en el costo de una decisión de esa naturaleza. No somos dos, somos cuatro, Y vacaciones para cuatro fuera del país tiene un costo que debe pensarse con anticipación, organización y mucha sutileza.
Sin embargo, con astucia y perspicacia mi esposa dijo algo muy cierto y sabio y, pese a que lo dijo gritando y con un rodillo en la mano porque ya estaba perdiendo la paciencia, mencionó: -¡¡¡Si no es ahora, cuándo, huevón!!!- Lo medité un momento pero igual volví a negarme pero ya con duda y la duda lleva a pensar nuevamente las cosas. "Si no es ahora, cuándo" Tenía lógica. Mi certeza me decía que efectivamente no podía ser ahora pero el "cuándo" tampoco tenía respuesta. No hay forma de responder a un "cuándo" cuando se menciona en el contexto sabio que ella lo hizo. No se nace para responder esa pregunta porque precisamente te lleva a concentrarte que si únicamente piensas en el "cuándo" el "ahora" se pierde y el "ahora" solo vive el tiempo que uno demora en mencionarlo. Luego pasa a ser otro "ahora" y así sucesivamente. Una frase tan sencilla como esa de pronto me taladró por varias semanas acompañadas de mensajes de texto y llamadas relámpagos en donde sólo escuchaba o leía "por favor, por favor, por favor". Debo admitir que esto me dio cierto poder. Porque en mí recaía toda la responsabilidad de completar una alegría absoluta o simplemente mantenerme en la rutina de vacaciones en casa con uno u otro pequeño paseo al Parque de Las Leyendas a ver a los mismos leones y elefantes de siempre.
Una tarde, en el trabajo recibí un correo enviado por mi esposa, obvio, donde únicamente me ponía la web donde podía conseguir los pasajes. Los precios ya los habíamos visto varias veces en casa y verlo era lo que decidía más aún mi negación. Aproveché cinco minutos y entré a la página web e ingresé el registro de cuatro pasajes a Panamá para mi esposa, mis hijos y yo. Faltaba darle click a la compra y todo estaría consumado. Vi la imagen del avión, los mensajes alusivos al servicio, la cifra total de los boletos y... y... y volví a decir que no. Cerré la página y continué trabajando.
Pasaron 10 minutos y volví a ingresar, puse nuevamente los datos. Dejé la página lista para hacer la compra. Me fui a hacer pichi... fue la pichi más larga de mi vida. Regresé a mi sitio. Tomé un poco de Inca Kola que nunca falta en mi escritorio. Solté un eructo sutil y me senté frente a frente al computador. Imaginé la cara de mi esposa y mis hijos. Conté del uno al diez y del diez al uno unas diez veces. Rasqué mi barbilla, acomodé mi corbata, ordené mis lapiceros, sorbí un poco más de gaseosa, revisé unos papeles, di click a "completar su compra", me reí, abrí mi cajón, saqué un caramelo cocoroco, lo chupé con ganas de calmar los nervios, vi la pantalla, salió un número para hacer una llamada. Me paré de mi silla, estiré mis brazos. Miré a todos lados. Llamé. Me pellizqué el poto mientras timbraba. Una señorita contestó. Colgué. Volví a llamar. Volvieron a contestar. La misma señorita me dio unas explicaciones y me pidió algunos datos . Yo decía ya ya ya ya como si estuviera hipnotizado por Tony Kamo, ya ya ya ya, sí sí sí. Ella colgó, yo colgué. Terminé mi gaseosa, fui a hacer más pichi y cuando regresé había llegado a mi correo la confirmación de la compra de 4 pasajes a Panamá, 2 adultos y 2 niños. De pronto el "cuándo" se volvió "ahora" y ya era una realidad. Las vacaciones estaban programadas. Nos vamos de viaje. Copié y pegué en un correo electrónico la confirmación del viaje y se lo mandé a mi esposa. Le puse, "Para ti de mí" y listo.
Desde ese momento he conocido una nueva sensación de lo que es la felicidad mezclada con la adrenalina, la expectativa y la emoción. Mis hijos no caben en su pellejo. Todos los días hablan de algo que ni siquiera pueden imaginar como es viajar en avión. Debe ser extraordinario viajar en avión cuando uno es niño. La primera vez que yo me subí a un avión fue a los 16 años. Pero a los 8 o a los 4 el espíritu de aventura debe ser distinto.
El dinero no compra ni siquiera una yapa de felicidad, no. La felicidad se vive en la magnitud que uno elige vivirla aprovechando lo que tiene a su alrededor para conseguirla. Mientras haya salud uno debe arriesgar en divertirse y conocer todo lo que la vida te permita.
En la sala de mi casa están ya las maletas listas de nuestro primer viaje familiar, sí, primer viaje. Todo, para variar, ya está organizado como solo sabe hacerlo quien tanto me insistió en tomar esta gran decisión. Nuestro vuelo sale a las 5 de la mañana y estaremos viviendo una experiencia, aprovechando la gentileza de extraordinarios amigos, de una semana que será eterna e inolvidable.
Sigo sin poder creer lo que estamos a punto de vivir. Muchos podrían decir que tan solo es un viaje y estoy exagerando. Yo respondo que no, que todo lo contrario. Que soy una persona emocional y las emociones me llenan de júbilo y eso me lleva a compartirlo como me gusta hacerlo. Tengo la certeza que viviendo plenamente y haciendo a los tuyos feliz contribuyes con tu propia alegría y hoy en día, que tanta falta hace reconocernos seres humanos de un mundo feliz, ser un huevón que camina y sonríe por la calle, honestamente, me llena de más júbilo.
Gracias, mi amor, por insistir... nos vamos porque nos vamos y punto.
Moraleja: Vive el AHORA y no dejes que el CUÁNDO te viva.
Una muy acertada tu decision, y como siempre ... pensando en darle felicidad a tu familia,, Que disfruten su hermoso viaje , y que traigas nuevas experiencias para que nos las cuentes en tu blog, BENDICIONES y , DIVIERTANSE MUCHOOOOOOOOO!!
ResponderEliminarMuy bonito brother y que lo disfruten
ResponderEliminarSáquenle el jugo, disfruten, recopilen anécdotas y tomen cantidad de fotos para que yo pueda viajar a través de ellas.
ResponderEliminarDios los bendiga.
Un besote,
Te amo hijo